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jueves, 15 de noviembre de 2018

las abejas meliferas aprenden a evitar el nectar con toxinas

Las abejas melíferas aprenden a evitar el néctar con toxinas
Los apicultores saben desde hace tiempo que las abejas melíferas pueden ser sensibles a algunas toxinas naturales de las plantas. Ahora científicos del «Laboratorio de la Abeja Melífera» de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) han mostrado por vez primera que la serotonin...
Los apicultores saben desde hace tiempo que las abejas melíferas pueden ser sensibles a algunas toxinas naturales de las plantas. Ahora científicos del «Laboratorio de la Abeja Melífera» de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) han mostrado por vez primera que la serotonina, un agente neuroquímico, influye en la forma en la que las abejas aprenden a evitar néctar con contenido de toxinas.

El estudio, publicado en la revista Current Biology, muestra que cuando las abejas consumen fortuitamente néctar que les resulta perjudicial, en adelante evitan el olor de estas flores tóxicas. La Dra. Jeri Wright, directora del Laboratorio de la Abeja Melífera, indicó que saber cómo aprenden las abejas melíferas a detectar estas toxinas podría ayudarnos a criar plantas que no las produzcan y, al mismo tiempo, proteger a estos insectos.

Las colonias de abejas siempre han mostrado vulnerabilidad ante diversas enfermedades debido a que se desarrollan en un hábitat de gran densidad de población en el que las infecciones se propagan con rapidez. No obstante, las amenazas que sufren han aumentado en los últimos años. Los insectos diminutos que se alimentan de los líquidos corporales de las abejas en la colmena están adquiriendo resistencia a las sustancias químicas que se emplean para combatirlos.

Además, durante las labores de polinización las abejas entran en contacto con distintos insecticidas, fungicidas y herbicidas fitosanitarios. A pesar de que los científicos no consideren los plaguicidas como la única amenaza, entienden que estas sustancias químicas contribuyen en gran medida al declive general de las abejas melíferas.

«Evitar las toxinas de los alimentos es tan importante como obtener nutrientes», explica la Dra. Wright. «Lo que hemos demostrado es que, al igual que los humanos, las abejas no sólo son capaces de detectar toxinas, sino que también aprenden a evitar las flores cuyo néctar las indispone tras su ingestión.»

Las abejas melíferas poseen la capacidad singular de aprender a asociar información floral como el color y el olor con recompensas alimenticias. La investigación realizada en el Laboratorio de la Abeja Melífera ha revelado que saben reconocer el «néctar tóxico» mediante el gusto o bien lo aprenden tras haberlo ingerido.

Esta última capacidad se pensaba que era exclusiva de los vertebrados superiores. Se calcula que el cerebro de las abejas melíferas contiene menos de un millón de neuronas, hecho que facilita sobremanera las investigaciones científicas dedicadas a la forma en la que aprenden en comparación con estudios similares en vertebrados superiores, cuyos cerebros poseen mayor tamaño y complejidad.

La abejas melíferas no sólo se dedican a la fabricación de miel. Además ejercen una labor mucho más importante, al ser un agente esencial para la polinización de una gama amplia de plantas. Sin las abejas la mayoría de la agricultura sería inviable, dato preocupante en la actualidad dado el aumento repentino de la dificultad de alimentar a todo el planeta.

La mayoría de la polinización de más de noventa cultivos comerciales europeos la ejerce la Apis mellifera carnica, la abeja melífera. En concreto, en 2007 se calculó que sólo en el Reino Unido la polinización realizada por las abejas en un conjunto de tan sólo diez cultivos, desde manzanos a la colza, tuvo un valor de 165 millones de libras esterlinas (195 millones de euros).

«El problema radica en que [...] las abejas podrían alimentarse de "néctar tóxico" al no tener mucho más donde elegir, como puede ser el caso de una plantación de frutales de gran tamaño a la que hayan sido transportadas para que realicen su polinización», aclara la Dra. Wright. «Esta circunstancia podría ser crucial en un momento como el actual en el que las poblaciones son ya vulnerables y están sometidas a presión. No tiene ningún sentido que las plantas envenenen a los polinizadores de los que depende su supervivencia. Puede que las toxinas estén ahí para impedir que las hormigas roben el néctar, pero no lo sabemos», añade.

«Lo que sí sabemos es que existen varias especies de plantas en el Reino Unido que producen néctar con toxinas, pero si no hay mucho donde elegir en los alrededores las abejas no tienen más remedio que alimentarse de estas plantas. Esto podría tener un efecto importante en la abejas del Reino Unido y es necesario corroborarlo para protegerlas según convenga.»

Por consiguiente, los investigadores del Laboratorio de la Abeja Melífera se disponen a determinar la forma en la que el consumo de «néctar tóxico» influye en la salud de una colonia en entornos agrícolas.

En el estudio participaron también investigadores de Francia y Estados Unidos.

Fuente: Universidad de Newcastle, Honeybee Lab, Current Biology Journal

azaleas o rododendro altamente toxicas para las abejas

Azalea: detrás de su belleza se esconde una miel mortal para los humanos...

Azalea: detrás de su belleza se esconde una miel mortal para los humanos...

Las azaleas que dan una nota de color a nuestros hogares y jardines esconden un secreto muy curioso. La miel producida por abejas a partir de las flores de las azaleas es potencialmente vente venenosa para los seres humanos mientras que, para los insectos y otros animales, es totalmente inofensiva.

Azaleas: de Asia a nuestros hogares y jardines.

 
Las azaleas son originarias del este de Asia, especialmente de Japón pero se fue adaptando a los distintos climas. Resultan muy llamativas por sus coloridas flores y se pueden encontrar muchísimas especies distintas.
Son arbustos perennes y su nombre botánico es Rhododendron indicum, perteneciendo a la familia de las Ericáceas.
Si bien es de exterior, si se mantiene hidratada y en un lugar fresco de la casa, lograremos que se cubra e flores, año tras año.
Sus flores son acampanadas, pueden ser de gran tamaño y muy abundantes. De colores naranjas, rojas, blancas o de tonos rosas. Florece en invierno o a principios de la primavera.
De su follaje podemos decir que posee pequeñas hojas verdes, que en invierno se convierten en púrpura, brillantes y resistentes.
Si la cultivamos en una maceta, su altura será de unos 50 cm, aproximadamente. La planta florece mejor si las raíces están apretadas, en una maceta pequeña. Pero en el exterior puede alcanzar los 2 m de altura.
Entre los cuidados que debemos tener, encontramos que el riego es un punto clave. Se la debe mantener mojada, sobre todo en verano, necesita mucha agua, sin que se encharque.
Es ideal el agua de lluvia, de no ser posible, debemos tener en cuenta que sea blanda y sin cal. Si las hojas se presentan amarillentas, significa que el agua con que se riega tiene un exceso de cal o falta de nutrientes.
Son aptos los lugares luminosos, pero sin que le de el sol directo y el suelo conviene que sea ácido, bien húmedo y rico en humus.

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