Sistema de reproducción de las plantas
La evolución de las plantas ha sido paralela a la evolución de las abejas. A lo largo de cientos de millones de años, las plantas han ido perfeccionándose y dotándose de todos aquellos "artilugios" necesarios para su supervivencia en su medio natural y adaptándose a los cambios ambientales. Muchas de las especies vegetales, de reproducción sexual, han ido perfeccionando poco a poco sus sistemas reproductivos, hasta tal grado de eficacia que hoy quedamos cautivados por la belleza de las flores con las que se visten multitud de especies botánicas. En estas flores se hallan los órganos sexuales responsables de la reproducción de las plantas. Por un lado, el gineceo u órgano femenino, con sus ovarios y su estigma, conducto de unión entre ovarios y el exterior; por otro, el androceo u órgano masculino, con el polen. Para que las plantas de reproducción sexual se multipliquen, es necesario que produzcan frutos que, a su vez, producirán semillas, algunas de las cuales tendrán la oportunidad de dar origen a una nueva planta, que se encargará de perpetuar la especie.
Una flor que contiene los elementos femenino y masculino, solamente será fecundada si un grano de polen del androceo se de deposita en el estigma y sus gametos masculinos discurren por el estilo y alcanzan el ovario de este órgano femenino. Existen dos formas distintas por las que el polen llega hasta el estigma: por el viento (plantas anemófilas) o por los insectos, (plantas entomófilas). Algunas plantas de este último tipo, se han dotado de unos sistemas muy sutiles para evitar la endogamia: la maduración del polen (elemento masculino) y del gineceo (elemento femenino) de una misma flor, no tiene lugar simultáneamente. Así, el polen maduro de una determinada flor solamente podrá fecundar a una flor distinta, bien de la propia planta o de una planta diferente, pero siempre de la misma especie, si sus óvulos se hallan en su estado de madurez
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