El apicultor
¿Qué hace un apicultor?
El apicultor es la persona que lleva a cabo los trabajos de
cría y mantenimiento de las abejas en un colmenar. La finalidad puede ser
recreativa o profesional, pero en cualquier caso deberá realizar una serie de
tareas que garanticen el cuidado de las abejas y permita su crianza y, como
resultado de estos trabajos, el apicultor podrá obtener la miel, la jalea real,
el propoleo, el polen de las abejas y otros productos con maravillosos efectos
par anuestra salud.
¿Cómo ser apicultor?
Ser apicultor, aunque sea como aficionado, requiere el
cumplimiento de algunos requisitos formales. A continuación te explicamos paso
a paso cómo ser apicultor en caso de que desees adentrarte en el maravilloso
mundo del cuidado de las abejas.
Los trámites para regularizar esta actividad son económicos
y no son excesivamente complejos. En España, la apicultura se regula a nivel
estatal, al tratarse de una actividad agropecuaria reconocida, sin embargo, las
Comunidades Autónomas establecen su propia normativa para regularla en determinados
aspectos, aunque en la práctica todas lo hacen de forma similar.
Por tanto, incluso si solamente cuentas con tres colmenas,
deberás cumplir con estos requisitos, ya que hacerlo no depende de dedicarse
profesionalmente a la apicultura, sino simplemente del hecho de disponer de
colmenas. Recordemos que hasta 149 aún se considera autoconsumo.
Estoy pensando en dedicarme a la apicultura, ¿Por dónde
empiezo?
La apicultura es una profesión milenaria, desarrollada por
personas que aman a las abejas y que son sensibles al poderoso efecto que estos
animales tienen en el hábitat donde viven.
No podemos olvidar que las abejas son las principales
responsables de la polinización de las plantas en la Tierra, concretamente,
mediante su labor de libado del néctar de las flores permiten la reproducción
de dos terceras partes de las plantas terrestres.
Lo interesante de esta actividad es que es una de las pocas
actividades del sector de la ganadería donde es posible recuperar la inversión
en el mismo año. Ello no significa que el margen sea muy elevado, sino que los
costes son reducidos y pueden realizarse economías de escala significativas
cuando se va incrementando el número de colmenas gestionadas.
Lo importante, como todo en la vida, es empezar por lo
básico. En este caso será importante empezar por unas pocas colmenas, entre dos
y tres sería lo ideal. En ningún caso te recomendamos que empieces a trabajar
con una sola colmena. Contar con al menos dos colmenas te permitirá apoyarlas
entre ellas en caso de necesidad.
Otro consejo es contar con la ayuda de algún apicultor
experimentado que pueda guiarte en los primeros años, permitiéndote aprender de
los errores que pueda haber aprendido en el pasado y que te permitirá no
hacerlos tú.
Existen asociaciones y comunidades dirigidas a la formación
de personas que empiezan en este mundo, ya que lo cierto es que en algunos
casos puede ser difícil encontrar a personas dispuestas a ayudar. Lo cierto es
que, en España, los apicultores se reservan con bastante recelo sus técnicas,
la ubicación de sus colmenares o los tratamientos utilizados.
A medida que vayamos creciendo en número de colmenas,
podremos crear nuevos colmenares que nos permitan repartirlas y así dedicarlos
a diferentes finalidades, disminuir la densidad de abejas o simplemente reducir
riesgos.
Los rangos en los que se divide la clasificación de una
explotación apícola son los siguientes:
Explotación para autoconsumo – Menos de 15 colmenas
Explotación no profesional – Entre 16 y 149 colmenas
Explotación profesional – Más de 150 colmenas
Dicho esto, podemos analizar unos pocos números para valorar
si resulta interesante para nosotros emprender la actividad de apicultor de
forma profesional.
¿Es posible vivir de la apicultura?
Durante la crisis en España, fueron muchas las personas que
optaron por la apicultura como un medio de generar empleo para ellos mismos, o
lo que también se conoce como autoempleo.
Sin embargo, una dedicación profesional a esta disciplina
ganadera es exigente, y además requiere de unos recursos materiales y de un
conocimiento iniciales que no todos los que empiezan este camino disponen, lo
que afecta en gran medida a sus probabilidades de éxito.
La transición de la explotación recreativa para autoconsumo
a la explotación profesional capaz de generar ingresos suficientes para dar
unos mínimos beneficios es complicada en el inicio, aunque si se hace bien y se
dominan los procesos adecuados, puede replicarse en los próximos años e incluso
escalarse con cierta agilidad.
En cualquier caso, insistimos en que es necesario contar con
una capacitación que sólo se consigue a base de práctica, de forma que no
recomendamos a aquéllos que acaban de entrar en el mundo de la apicultura dar
el salto al ámbito profesional sin las “horas de vuelo” suficientes, ya que
pondrá en riesgo a sus abejas y también a su dinero.
A continuación te presentamos unos pocos números para que
puedas echar tus propias cuentas y valorar si se trata de un negocio
interesante para ti. Lo bueno es que, en caso de que no lo sea, siempre podrá
ser una gran afición, que aunque no reporte ingresos, sí reportará grandes
ilusiones, gratificación y beneficios para ti, los tuyos y por supuesto para
las abejas:
Podemos generar miel suficiente para el autoconsumo familiar
con entre 5 y 7 colmenas.
Necesitaremos alcanzar la cifra de 500 colmenas para poder
llevar a cabo la actividad de apicultor a nivel profesional y soportar los
gastos necesarios para generar un margen suficiente para el autoempleo.
A partir de las 1.000 colmenas es posible contratar a un
primer empleado, lo que nos permitiría cruzar la barrera del autoempleo y
empezar a tener un negocio que genere empleo para terceros. Con estos números,
y teniendo en cuenta una inversión inicial de cerca de los 70.000 euros,
podremos recuperar nuestra inversión en unos 5 años, con un margen a partir de
ese momento de un 30% aproximadamente (ROI).
Los 70.000 euros que mencionábamos son los que se estiman
necesarios para comprar, en una producción de unas 500 colmenas, las primeras
abejas, las colmenas de madera, la cera o los medicamentos que pudieran ser
necesarios, entre otras cosas. A esto habrá que sumar la maquinaria necesaria
para desarrollar los procesos según el producto a obtener, el local donde
desarrollar estas tareas y el vehículo que permita transportar los materiales
de un lugar a otro.
En cualquier caso, habrá que tener en cuenta que estos
número no son absolutos. Dependerá, como toda actividad agropecuaria, de cada
caso, y nos veremos afectados por cuestiones como la riqueza floral del
entorno, la presencia de agrotóxicos o incluso las inclemencias meteorológicas.
Por este motivo insistimos en que será necesario que el apicultor se enfrente a
todo ello con la experiencia suficiente como para saber en todo momento cómo
reaccionar, ya que la vida de sus abejas y de su negocio estarán en juego.
¿Cómo legalizo mi explotación apícola?
Aunque el proceso dependerá según el país o la Comunidad
Autónoma del apicultor, el primer paso para obtener el Código de Explotación
Ganadera. Este código único identificará a nuestra explotación de colmenas, con
independencia de la ubicación de los colmenares, dado que va asociado a su
propietario.
Para ello, el titular deberá dirigirse a la OCA (Oficina
Comarcal Agraria) que le corresponda por zona según donde vaya a ubicar su
explotación. Allí, los Servicios Oficiales Veterinarios le inscribirán en el
Registro Oficial.
Seguidamente, será necesaria la designación de un
veterinario, algo obligatorio para todo ganadero. Lo habitual en este caso es
designar a un veterinario de una asociación de apicultores de la zona o incluso
al de un sindicato agrario.
El veterinario elegido deberá elaborar una Memoria
veterinaria, en la que se describa la explotación, entre lo que se incluirá la
localización del asentamiento, el número de colmenas que lo forman, así como el
número máximo que podrán ubicarse en dicho asentamiento. También se revisarán
otros aspectos formales como la distancia con respecto a poblaciones y a otros
terrenos.
También se generará un Libro Registro de Explotación que
deberá actualizarse periódicamente, donde por ejemplo se incluirán los tratamientos
obligatorios como puede ser el de las EDS (Enfermedades de Declaración
Obligatoria).
Lo siguiente será obtener el permiso del Ayuntamiento. En
este caso, lo cierto es que siempre será más sencillo y económico conseguirlo
en una zona donde haya tradición apícola.
Aunque no resulta obligatorio, siempre recomendamos asegurar
la explotación con un seguro de responsabilidad civil específico para la
actividad apícola dirigido a evitar cualquier problema en un tercero que pueda
ser generado por nuestras abejas. Aunque depende de cada póliza, lo habitual es
que no se puedan asegurar explotaciones con menos de 8 colmenas.
En caso de no alcanzar este número, siempre podremos acudir
a alguna asociación provincial de apicultores y acogernos a un seguro colectivo
que pongan a disposición de sus socios.
En caso de querer desarrollar esta actividad de forma
profesional, será también necesario el alta del apicultor en la Seguridad
Social para regularizar su actividad.
En cualquier caso, te recomendamos que consultes con la
administración correspondiente los trámites necesarios, ya que éstos pueden
variar por actualizaciones normativas o en función del lugar donde esté ubicado
el asentamiento.
¿Qué otras obligaciones debo cumplir?
Dependiendo de la Comunidad Autónoma en la que tengas
establecida tu explotación (aunque sea para autoconsumo) te aplicarán unas
normas u otras. Si no sabes cómo actuar en este sentido, es recomendable
dirigirse a una oficina comarcal agraria y preguntar acerca de los requisitos
que debes cumplir para llevar a cabo la actividad.
En cualquier caso, en España debes marcar tus colmenas de
forma indeleble, comúnmente realizado a fuego, identificando el código de
explotación asignado a tu explotación.
También será necesario indicar, en un lugar visible para
terceros que puedan acercarse a las colmenas, la presencia de abejas en la
zona. En caso de que la explotación se encuentre en un lugar vallado, deberá
dejarse un espacio entre el colmenar y el límite del cercado de, como mínimo,
25 metros.
En caso de contar con cámaras de videovigilancia para la
protección de las colmenas, deberá indicarse su existencia mediante carteles,
según indica la normativa aplicable en materia de protección de datos
personales.
Por otra parte, si estás pensando en certificar tu
producción de miel como ecológica, deberás tener en cuenta los requisitos
necesarios para hacerlo. El proceso de homologación puede ser algo costoso,
aunque aporta un sello de distinción de cara al consumidor y demuestra un
compromiso hacia las abejas y los productos que generan.
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